La propensión de los políticos a oropeles y lucimientos es
tan habitual que, generalizando, su apego a la opulencia acabó por pautar la
imagen que proyectan. Lo extraño es lo contrario: es más fácil encontrar la
aguja en el pajar que un político abstinente. Y eso que alguno hay. José Mújica,
presidente de Uruguay, extupamaro, preso desde los 37 a los 50 años, es a los
80 un caso inusual. Vive recatadamente en el campo con su mujer, senadora y
también exguerrillera, en una chabola, dicen que de alto 'standing' pero con
techo de chapa, sin servicio ni escolta que lo guarde. Va al supermercado a
comprar lo que necesita, prepara su comida y barre su chamizo. No habituado, casi
sufre un patatús cuando el pasado año, en su visita a España, visitó al Rey en
La Zarzuela. Es más, si por razones de Estado ha de acudir a la residencia
donde se alojan los jefes de Estado que visitan su país, regalada para uso
presidencial, utiliza el cuarto de servicio. Su llaneza no impide que Uruguay sea
ejemplo de progreso. Nadie le sigue. ¿Qué esperaban?
LA OCUPACIÓN MILITAR DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (y 2)
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*Luis Britto García *
La extrema gravedad de la ocupación militar de Nuestra América se
comprende si se tiene en cuenta que los países invasores ...
Hace 5 horas
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