Más de uno interpretó la multa que un guardia civil de tráfico impuso a la joven de O Carballiño tras recibir un beso en la mejilla mientras conducía como un ataque a la intimidad. Bien es verdad que forma parte de la conclusión que cada cual es muy libre hacer, pero al margen de cualquier connotación, nadie en su sano juicio puede negar que se trata de una peligrosa distracción al volante, peculiar, pero como otras muchas que se producen y que suponen un peligro evidente, que afecta no solo al causante sino también a otros automovilistas. Lo mismo que la desatención que produce encender un cigarrillo, manipular la radio, el GPS, poner música… Son acciones o infracciones difíciles de detectar por los agentes, y aunque las descubran suelen obviarlas. Por eso llama tanto la atención que un quisquillas se 'excediese', para entendernos, en su celo y sancionase el besuqueo. En realidad solo cumplió con su deber y no es justo que se le reproche su escrupulosidad, sino que más bien debe ser ejemplo para que se extreme la vigilancia en este tipo de episodios, casi nunca banales.
Sánchez insiste contra "la máquina de fango de las páginas web" y la FAPE
exige "que terminen los ataques a la prensa"
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insta a rechazar a "aquellos que convierten la política en un barrizal de
insult...
Hace 1 hora
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