Si los políticos aguazasen la imaginación para resolver la crisis del mismo modo que se inventan eufemismos para enmascararla, otro gallo nos cantaría. Para que vean cómo se las gastan a la hora de confundirnos, reproduzco el trabajo de Natalia Bore que publica La Voz de Galicia.
La crisis alumbra un auténtico diccionario de «neolengua», con
eufemismos, perífrasis y circunloquios para ocultar el impacto negativo
de la recesión y las medidas adoptadas
Con su querencia por el argumento de la «herencia
recibida», es posible que el Ejecutivo de Mariano Rajoy quiera
aplicarlo también al uso hipertrófico de eufemismos y expresiones
rebuscadas en un intento de enmascarar los verdaderos -y dolorosos-
significados de sus declaraciones. Fiel a la máxima de que lo que no se
nombra no existe (un ejemplo es que Rajoy elude referirse a Luis
Bárcenas tanto como un alérgico al pescado huiría del sushi), el
Gobierno ha tirado de imaginación y, en menos de año y medio, ha
alumbrado un auténtico diccionario de neolengua económica.
Y eso que Rajoy insistió en que llamaría «al pan,
pan y al vino, vino». En algo diferente debía de pensar el expresidente
José Luis Rodríguez Zapatero cuando bautizó como desaceleración del
crecimiento o aterrizaje suave la peor crisis que se recuerda,
resistiéndose también a llamarla por su nombre. Aquello fue el principio
de una escalada eufemística que con el actual Ejecutivo llegó a
provocar la hilaridad de la prensa internacional. Así, Time titulaba
hace ahora un año: «Tú dices tomate, yo digo rescate». Pero nadie se
sonrojó y el «al pan, pan» siguió siendo un florido circunloquio. Estos
son algunos ejemplos:
Afloramiento de bases
Amnistía fiscal. Ha sido una de las
estrellas del diccionario de neolengua del ministro de Hacienda.
Cristóbal Montoro hizo alusión a ella por primera vez en la presentación
de los Presupuestos Generales del Estado del 2012, definiéndola como
«medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no
declaradas». A nadie le quedó duda de que era una amnistía fiscal, pese a
que Montoro siguió buscándole las vueltas léxicas con contrucciones
como «afloramiento de bases» o «regularización de rentas y activos no
declarados».
Apoyo financiero
Rescate a la banca. Ni el presidente del Gobierno ni su ministro de Economía, Luis de Guindos, pronunciaron la palabra maldita: rescate.
En su lugar emplearon un gran surtido de conceptos que sonaban
muchísimo más positivos: desde «apoyo financiero» a «línea de crédito»,
«préstamo en condiciones extremadamente favorables» o «ayuda» a secas.
Pero ¿rescate? Jamás. «No tiene nada que ver», insistió De Guindos hasta
la saciedad.
Crecimiento negativo
Recesión. Si a la crisis se la llamó
«desaceleración del crecimiento», para referirse al empeoramiento de la
economía enferma, es decir, la recesión, De Guindos se decantó por una
antítesis y habló de «tasa de crecimiento negativo». También eligió la
perífrasis «deterioro adicional importante» para encubrir lo que no es
más que una economía en caída libre.
Devaluación interna
Bajada de salarios. La devaluación
interna, «devaluación competitiva de salarios» o el más familiar
«apretarse el cinturón», repetidamente utilizados por el Ejecutivo, la
patronal o el mundo financiero -sin olvidarnos de Bruselas, por
supuesto- son más o menos esmeradas fórmulas lingüísticas para evitar
pronunciar lo obvio: que seremos más pobres porque nos bajarán los
salarios.
Desindexación
Pérdida de poder adquisitivo. Es el último
eufemismo incorporado por el Gobierno a su diccionario. Ocurrió en el
último Consejo de Ministros de abril y bajo tan oscuro palabro, manejado
por la vicepresidenta y los ministros De Guindos y Montoro, se oculta
el hecho de que el coste de los contratos públicos ya no se vincularán
al IPC, es decir, a la evolución de los precios. De nuevo la traducción
explica la reticencia del Ejecutivo a hablar claro: se perderá poder
adquisitivo. Además, todo apunta a que la medida puede ser extensiva
también a las pensiones.
Flexibilizar el mercado laboral
Abaratar el despido. En la aprobación de
la reforma laboral, el Gobierno, con la ministra de Empleo a la cabeza,
se cuidó mucho de negar que fuera a abaratar el despido. En su lugar
repitieron el mantra de la «flexibilización» del mercado de trabajo.
Suena mejor, pero es lo mismo, y los datos de la EPA lo corroboran.
Gravamen complementario
Subida de impuestos.Tan impopulares como
las bajadas de sueldo son las subidas fiscales, ya que tienen idéntico
efecto sobre el bolsillo de los contribuyentes. Por eso el Gobierno se
ha esmerado en desterrarlas de su vocabulario. ¿Imposible? En absoluto:
la subida del IRPF que solo se iba a aplicar dos años -ahora ya serán
tres- la definió Montoro como un «gravamen complementario», mientras que
Soraya Sáenz de Santamaría rizó el rizo cuando habló del «recargo
temporal de solidaridad». Pero aunque el impuesto se vista de seda...
Impacto asimétrico de la crisis
Siempre pagan los mismos. Admitir que
quienes menos tienen son los más castigados por el catálogo de recortes,
ajustes, subidas y bajadas varias adoptadas por el Ejecutivo sería la
chispa necesaria para la rebelión ciudadana. Ello explica la elección de
la aséptica -y anestésica- afirmación del «impacto asimétrico de la
crisis», con el que se deshumaniza un auténtico drama social.
Movilidad exterior
Fuga de cerebros. La emigración forzosa de
los jóvenes fue calificada recientemente por la ministra Báñez de
«movilidad exterior». Este desafortunado eufemismo provocó tal incendio
en las redes sociales que se vio obligada a rectificar un par de horas
después.
Reformas
Recortes. Es el comodín que más emplean
Rajoy y su Gabinete, porque les permite regatear el proscrito concepto
de recorte, que también eluden con «ajustes», «optimizaciones» y
«racionalizaciones» de lo más variopintas.
Regulación de empleo
Despidos. Tan engañoso como la «moderación
salarial», que no es más que la congelación o, en el peor de los casos,
reducción del sueldo, la «regulación» de empleo no tiene nada de
inocua: es un modo limpio de llamar al despido, normalmente colectivo.
Sociedad de Gestión de Activos (SAREB)
Banco malo. El caso del banco malo es
quizá de los ejemplos más elaborados de ejercicio perifrástico del
Gobierno. De Guindos lo bautizó como Sociedad de Gestión de Activos
Procedentes de la Reestructuración Bancaria, Sareb para los amigos, con
lo que se ocultó completamente que lo que agrupa son los activos
inmobiliarios que hundían los balances de las entidades financieras.
Tique moderador sanitario
Euro por receta. La idea original fue de
la Generalitat, que consideró que cobrar un euro por receta a los
ciudadanos sonaba mucho más confiscatorio que llamarlo «tique moderador
del gasto sanitario». Al presidente de la comunidad de Madrid, del PP,
le gustó la idea para «racionalizar» el consumo farmacéutico, mientras
que la ministra de Sanidad nunca llamó «repago» a lo que realmente lo
era. «Copago» fue la fórmula escogida.
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