Si Lugo no es de por sí una ciudad aseada, por culpa de un servicio de
limpieza que no se esmera en mejorarlo, y de unos ciudadanos que no colaboran
en su higiene, la incuria se agrava por culpa de los dueños de perros que no
recogen las deposiciones de sus canes en aceras, jardines y donde se tercie.
Son la inmensa mayoría, para qué ocultarlo. Poner remedio, como no sea a golpe
de sanción, no es sencillo. Algo se
conseguiría si el Concello copiase al
municipio madrileño de Brunete que, como se divulgó, remite los excrementos al
domicilio de los dueños, identificados gracias a la colaboración de una
escuadrilla de voluntarios, y con la advertencia de que posteriores envíos irán
acompañados de la correspondiente multa. En algunas ciudades europeas ya se
identifican las heces mediante pruebas de ADN, cruzando datos con los del chip
que reconoce al animal. Es un método caro y engorroso, pero como las sanciones
son también elevadas, parece que da excelente resultado. Algo debería hacerse.
Una mala imagen de mi perro, Mos, en una de sus correrías |
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