Estamos en tiempos de tecnócratas, de gobiernos técnicos impuestos por las urgencias, no por las urnas, lo cual tropieza con algunos preceptos democráticos. Puede que sea incluso necesario dar un descanso a los políticos, pero el sistema, que podría ser no reprobable en el fondo por el apremio de reparar desatinos, chirría en las formas. Sea como sea, quienes reciben el encargo de gobernar deben saber de qué va la cosa. Cada ministro, más que un perfil político, deberá poseer una formación académica acorde con el cargo. Un médico, por ejemplo, podrá no ser un buen ministro de las obras públicas; o dicho lo mismo de un ingeniero que se encargue de la sanidad. Habrá carteras, las políticas, en que no es necesaria una particularidad para desempeñarla, pero como es natural sí se requiere una sapiencia que no tolere, por ejemplo, afirmar que un feto de trece semanas no es un ser humano, estupidez que dicho por un docto podría ser incluso discutible, pero no por quien lo expresa sólo para dárselas de progre y justificar consignas partidistas.
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