No es que pretenda asociar la afición/adicción de Mariano Rajoy a los puros con su sugerencia clara de modificar la ley antitabaco tendente a recuperar los espacios públicos para fumadores, pero habrá quien lo relacione. En cualquier caso parece una mala idea, criticada incluso por fumadores en activo, porque es retroceder a lo que tanto costó proscribir y que ya fue asumido con las excepciones rigor, carentes de peso y de lógica. ¿Molestan a alguien los locales sin humo? Si nadie pone en duda que el tabaco es dañino para la salud (mata, según quienes se encargan de ponerlo en el mercado), ¿qué necesidad hay de alimentar riesgos y de pisotear los derechos de quienes no fuman?
Si se vuelve a las andadas, todos los espacios serán con humo, como bien se demostró con la incompleta ley inicial, y nadie se atreverá a impedirlo porque detrás del humo se esconden muchos intereses, que son también los del Estado, negociando con lo que prohíbe. Si es por llevar la contraria a quien, con valentía, aprobó la prohibición, es doblemente criticable.
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