Expertos y asesores. Dos gremios, dos castas que sobrevuelan todos los acontecimientos como imprescindibles y sin ninguna finalidad seria que lo justifique, como no sea la del pago de recompensas. Nada se les resiste. Cuando se nos revela que tal o cual asunto a resolver está en manos de expertos, pónganse en lo peor. Desconfíen, casi nunca habrá solución. Es la mejor manera que tienen los políticos de dar largas y desviar la atención para que no se les agobie. Lo peor es que suele creerse que si está en tan buenas manos, la cuestión no tardará en arreglarse. Craso error; se diluirá como un azucarillo derretido en el tiempo. Otro tanto puede decirse de los asesores. Se cuentan por cientos (o miles), nunca dan la cara y lo único que trasciende de ellos es que cobran (mucho) por no dar un palo al agua. Ahora está a punto de producirse un relevo, sea el que sea. Con el natural disgusto se marcharán unos, pero otros esperan con alborozo la permuta, y hasta la próxima. Se trata de un sólido sistema rotatorio que jamás se interrumpe.
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Hace 1 hora
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