José María Íñigo |
No es mi intención desalentarles, pero si alguno de ustedes todavía es de los que no tiene un mánager a su servicio, empiece a preocuparse por el futuro. Tal como están las cosas, para que todo vaya bien, casi es de obligado cumplimiento disponer de un profesional que se ocupe de sus asuntos. ¿Quiénes no tienen hoy mánager? Pues quienes pisoteamos los alicientes, sin ganas de prosperar. Cuenta José María Íñigo que en la sala de espera de un plató de televisión en el que iba a ser entrevistado coincidió con una chica, aparentemente de comportamiento retraído, con escasa capacidad dialéctica para conversar. Intentando romper el hielo, el famoso presentador le preguntó si también estaba allí para salir en antena, como así era, según digo, a la vez que, haciendo un esfuerzo, interesó del interlocutor si su presencia obedecía a lo mismo; le confesó, eso sí, que su cara no le sonaba en absoluto. A Íñigo le pasaba lo mismo con ella y trató de sonsacarle cuál era realmente el motivo que le había llevado allí para ser protagonista: "Es que me acosté con Jesulín y vengo a contarlo". ¿"Y por eso te pagan?", inquirió. "Hombre, claro, pero de eso se ocupa mi mánager…"
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