La Iglesia permitía comer capones (castrados) durante la vigilia navideña
En Vilalba, capitalidad de la Terra Chá, se celebró esta mañana el tradicional mercado anual de capones (gallos castrados) coincidiendo con la Navidad, con la venta de un millar de ejemplares, ya que muchos de ellos se comercializaron anteriormente en los propios cebaderos. Las ventas fueron inferiores a años anteriores, dejándose sentir la crisis. Los precios oscilaron entre los doscientos y los ciento cincuenta euros por pieza, también inferiores a otros años.
Se trata, sin duda, de una feria singular, única en su género, que viene celebrándose desde hace más de doscientos años. La casi totalidad de los ejemplares, pertenecientes en su mayoría a la raza Galiña de Mos, de origen celta, serán degustados como rico manjar en las mesas navideñas más selectas, a las que muchos de ellos llegarán como regalo. Este año los recibirán, del Ayuntamiento, Manuel Fraga y el cardenal Antonio María Rouco Varela, hijos predilectos de la villa, y también Mariano Rajoy. Son exportados a diversas partes del mundo, sobre todo a países centroeuropeos y de hispanoamérica.
Fueron cebados con maíz y patatas cocidas, con lo cual se consigue un engorde ideal, que facilita un sabor especial de la carne. Previamente han sido castrados con el fin de facilitar la filtración de grasa.
El escritor Antonio Reigosa, en su libro más reciente, 'Trece noites, trece lúas' (trece noches, trece lunas) cuenta algunas curiosidades. Por ejemplo, se sabe que los gallos ya se castraban en Europa en el siglo IV antes de Cristo, concretamente en la isla griega de Kos. También se cree que en Roma existió una ley que impedia, que en épocas de hambruna, las gallinas fuesen alimentadas con grano, lo que llevó a la ingesta del gallo, siempre castrado.
También recuerda Reigosa que la Iglesia, desde que comenzó a celebrarse la Navidad, declaró vigilia, prohibiendo por tanto el consumo de carne. Por otra parte, el gallo representa el solsticio. De hecho, en la noche del 24 dicen que se escuchan cantar gallos en las ciudades anegadas, lo que significa que renace el sol. La iglesia, por tanto, no podía permitir que se comiesen los gallos, excepto los castrados, que no cantan. Tal decisión fue tomada en el concilio de Aquisgrán, celebrado en el siglo IX y se mantuvo hasta 1918, cuando se levantó la vigilia. Dicha reunión de la Iglesia fue, pues, decisiva, para que se mantuviese la cría del capón, que por cierto fue utilizado para pagar rentas y pagos en especies, ya que quienes las recibían podían burlar la bula y comer carne.
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